El precio del alma
Es una semana de contrastes para Albina y Alejandra, dos de las artesanas de Jalapa de Díaz, Oaxaca. A lo largo de la semana del 17 al 21 de agosto ellas tuvieron la difícil misión de llevar su mensaje y obra a la Ciudad de México, en representación de sus demás compañeras.
Nos encontramos en la Universidad Iberoamericana, donde un grupo de artesanos de distintos estados viene a compartir su arte con la ciudad más grande del país. Entre un pasillo de murmullos, estudiantes con prisa, maestros ocupados y otros curiosos seres que habitan entre las paredes de esta casa de estudios recubierta en ladrillo, estas artesanas se enfrentaron a la complicada experiencia, en la que irónicamente tendrían que educar a esta comunidad de intelectuales (¡así es!, educar. Por más difícil que pudiera sonar.) Creo que la educación que recibimos nos puede orillar hacia el menosprecio por aquello que no concierne a nuestra madre globalizadora y las dinámicas de mercado que ésta involucra, por lo que en ocasiones necesitamos ser recordados acerca de la existencia de otras formas de pensamiento y vida.
Al llegar a la exposición me acerco a nuestras alegres artesanas con el objetivo de conocer cómo ha sido su experiencia y sentir en estos días. Entre tímidas risas, las dos maestras del arte textil me cuentan acerca de sus historias de vida, su amor por la creación de las prendas y la manera en la que éstas han salvado su vida (de manera literal… pues gracias a su habilidad con los hilos y el manejo de los colores, es como sus familias se alimentan). Impactado por la belleza y vivos colores de las piezas artesanales, le preguntó a Albina si alguna vez ha creado alguna prenda tan hermosa como estas para su uso y consumo personal, a lo que me responde:
“Pues de hecho sí … hay muchas veces que hago cosas que me gustaría usar y es cuando mejor me han quedado, pero cuando las termino me pongo a pensar en el dinero y mejor lo vendo”.
Su respuesta me dejó helado, ¿en qué momento un artista es obligado a prostituir su deseo creador? La necesidad económica llega a tener un peso tan alto que transforma el concepto de una obra de arte en un simple producto, en otro objeto más del consumismo que nos ciega, pero, ¿es realmente justo?, ¿por cuánto venderías tú tu alma?
No es una exageración. Bajo la declaración de las mismas artesanas “ponemos nuestra alma en cada prenda que hacemos”, se vislumbra un concepto que va más allá de una frase romántica con la que describen su oficio, pues dentro de su proceso productivo, cada artesana expresa sus valores culturales, ilustra la vida y los colores que la rodean, y cada vez que hila piensa en el bienestar de su familia. Cada prenda no es únicamente un producto, sino que representa la historia de una persona, su comunidad y su relación con el arte.
Los invito a reflexionar sobre las siguientes preguntas: ¿En qué momento nuestra postmodernidad nos hace valuar un trabajo hecho con el alma en un precio tan bajo?, ¿acaso no nos percatamos que estas personas también venden arte y no solo ropa? Tenemos la posibilidad y responsabilidad de hacer un cambio en la vida de estas personas, es hora de darle a su trabajo el valor que merece.
Aquí es cuando tú puedes sumarte a la causa.